EJES TEMÁTICOS
1.
LA CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA Y LA SUBJETIVIDAD EN LA PRIMERA INFANCIA.

LA INFANCIA COMO ACONTECIMIENTO CIUDADANO
Buscaremos en la conferencia
plantear que la ciudadanía “acontece” en la infancia, y que, al mismo tiempo,
es la infancia la que transforma la ciudadanía en “acontecimiento”. Tomamos la
idea de acontecimiento o evento tanto en el contexto de una deconstrucción
genealógica (en las huellas de Nietzsche, Heidegger, Badiou) de las fijaciones
históricas del concepto de ciudadanía y de infancia, como en el contexto de lo que
llamamos la infancia como “facundia interpelante” (interpretando la
hospitalidad incondicionada del rostro de la infancia que interpela, Levinas),
que nos hace como ciudadanos responsables de los “recién llegados” (como diría
H.Arendt).
PARTICIPACIÓN
Y EJERCICIO DE LA CIUDADANÍA
La fusión del binomio
participación y ejercicio dela ciudadanía desde la primera infancia no sólo
beneficia a los niños y las niñas que crecen con la capacidad de imaginar el
mundo desde la perspectiva de los ot
ros, de sentir un interés genuino por los
demás, de reconocer y disfrutar las diferencias, de desarrollar el sentido de
la responsabilidad individual de sus actos, de desarrollar el pensamiento
crítico y las habilidades para expresarlo pese al disenso con los demás, sino
que fundamentalmente fortalece la cultura y la democracia. Los niños y las
niñas ambientan la participación y desde sus lenguajes convocan a adultos a
reconocer la diversidad propia de su ciclo de desarrollo, si los adultos
permiten cuestionarse al respecto, desmontan su perspectiva de comprender el
mundo centrado en el adulto.
Para la comprensión de los
conceptos de participación y ciudadanía se parte de tres ideas centrales. La
primera, considera que dichos conceptos no son atributos naturales, corresponden
a una construcción cultural que sostiene los símbolos, códigos y significados de
la subjetividad e intersubjetividad que se desarrollan en contextos y tiempos determinados
en constante cambio y movimiento.
La segunda, señala que la primera infancia
hay que significarla más como periodo de existencia que de transformaciones, como
la conciben algunos de los enfoques tradicionales sobre el desarrollo infantil.
La tercera, insiste que la ciudadanía y la participación no se enseñan desde el
discurso, se interiorizan cuando se viven cotidianamente unos valores y
principios éticos en torno a si mismo, con sentido colectivo y del bien común:
la confianza, el respeto, la cooperación, la solidaridad, el afecto, son
algunos de ellos.
La participación y el
ejercicio de la ciudadanía se desarrollan en la construcción de las prácticas
culturales teniendo en cuenta la recuperación de la memoria historia como una de
los efectos claves que inciden en la cotidianidad; además, reconstruyen el
imaginario colectivo generando nuevos procesos sociales particulares, donde los
niños y las niñas en primera infancia hacen parte de esa realidad.
Las ciudadanías en la
primera infancia fijan las bases que hacen posible su evolución a lo largo de
la vida. Los bebés sintetizan el conocimiento previo que simultáneamente sirve
de base para desarrollos posteriores más elaborados. (MEN, 2009: 17). Así su
condición de sujetos en formación aunada a la configuración de escenarios
sociales, culturales e institucionales democráticos, permiten desde la cuna,
fortalecerla consolidación de la ciudadanía.
En el reconocimiento
del ejercicio de la participación en la primera infancia es esencial que se
produzcan cambios tanto en los imaginarios colectivos sobre los niños y las
niñas, como en las prácticas cotidianas vinculadas a los procesos de crianza en
el ámbito familiar y su prolongación en las instituciones y espacios
públicos< habitados por ellos y ellas. Si bien lo que ocurre en la familia
en términos de ciudadanía y participación es fundamental, en las instituciones
diferentes a ella puede reforzarse o quebrantarse tanto lo logrado como lo no
logrado en la familia.
2. LAS PRÁCTICAS EDUCATIVAS Y SOCIALES EN
LA PRIMERA INFANCIA Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDADANÍA
Interesa visualizar al
desarrollo humano desde una mirada singular en su “enteridad” como la expresión
de la totalidad del sujeto en su complejidad, en sus múltiples dimensiones
(cuerpo, emoción, razón, etc.) y condiciones identitarias.
DESAFÍOS EN LA FORMACIÓN DE FORMADORES EN LA EDUCACIÓN
DE LOS DERECHOS DEL NIÑO Y LA CIUDADANÍA.
Abordar el tema de la
formación en derechos sociales es una experiencia innovadora en tanto y cuanto
su existencia en el escenario legal data de algo más de dos décadas iniciándose
un proceso de cambios en la historia de los derechos y así la ciudadanía en
niños, niñas y jóvenes que nos obliga indefectiblemente a repensar las
condiciones de los procesos en que las personas nos constituimos como seres
humanos, haciendo foco en un mismo movimiento en la dimensión moral, ética y
política. Nos invita a afrontar la dimensión política como dadora de sentido,
desafía la reconstrucción de la propia historia y de la subjetividad de las
relaciones con las instituciones democráticas en cuanto a la conceptualización
de lo político, sus relaciones con el estado y la formación ciudadana, en
cuanto a enfoques e impacto en el siglo XXI. Requiere además de la recuperación
de la historia contemporánea, la comprensión de las implicancias de las evoluciones
técnico legales hasta el conocimiento de un nuevo orden legal nacional, de sus
recursos de justificación, de representación social y otras formas actuales de
soberanía.
3. LA INTERVENCIÓN DE LOS AGENTES
EDUCATIVOS EN LA CONFIGURACIÓN DE LOS DERECHOS DEL NIÑO
Los derechos del niño en la
primera infancia necesitan:
- Del acompañamiento y responsabilidad de los adultos para incorporarse e intervenir en un mundo ya construido por otros.
- De las oportunidades para conocer y generar competencias en el ejercicio de sus derechos
- De una educación orientada a la formación de la identidad individual y a la recuperación de la memoria colectiva.
Presentamos algunas
experiencias de participación infantil “Ciudadanía con todos: promoviendo el
protagonismo infantil” liderado por la Asociación Civil El Arca acerca de Infancia
y Ciudadanía en el Siglo XXI.
EL
DERECHO A LA PARTICIPACIÓN DE LOS NIÑOS Y NIÑAS.
La Convención de Derechos de
Niños, Niñas y Adolescentes que fue ratificada por la Argentina y reviste por
ello carácter constitucional, establece
“Los Estados Partes
garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el
derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al
niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño…”
El artículo 13 garantiza
también a los niños y niñas “el derecho a buscar, recibir y difundir informaciones
e ideas de todo tipo”. Ambos artículos condensan el derecho a la participación
de los niños y niñas, relacionado directamente con la dimensión política del
ejercicio de ciudadanía (Gómez Da Costa, 2004).
El derecho a la
participación de los niños y niñas nos abre numerosos interrogantes, que a su
vez abren líneas de abordaje para pensar en cómo garantizarles ese derecho “en todos
los asuntos que los afectan”. Interesa preguntarnos específicamente por la posibilidad
de los ciudadanos infantiles de ejercer su derecho a la participación en las instituciones
y contextos que los reciben y alojan cotidianamente. Cuando hablamos de
ejercicio de ciudadanía infantil, es sumamente relevante señalar que, como todo
aprendizaje, la ciudadanía se aprende en las prácticas en de las que se es
parte (Rogoff, 1993; Chayklin y Lave, 1996).
Esas prácticas, son tanto
más “educativas” en tanto conforman el esquema cotidiano en el que las
opiniones, ideas y expresiones de los niños y niñas son objeto de determinada
asignación de valor por parte de los adultos que, generalmente, toman las
decisiones. Por ello, la posibilidad real de participación como práctica de
ciudadanía infantil requiere adultos que la alojen y sostengan; y que estén
dispuestos a compartir el cotidiano con niños/as informados, que opinan, y que
exigen que sus opiniones sean tenidas en cuenta. Este último punto nos remite a
la definición de participación de M. T. Sirvent (2008) quien destaca que la participación
real supone tener parte en la toma de decisiones. Débora Kantor (2008) señala:
“Promover la participación
de [niños], adolescentes y jóvenes implica asumir que ellos/as pueden pensar y
actuar en términos de procesos, alternativas, conflictos, elaboración de planes
y, por lo tanto, intervenir en la gestión de proyectos que los identifican como
«destinatarios».” (p. 109).
Lo anterior exige
romper con la idea, más bien escolar, de que los niños / as y jóvenes deben
aprender sobre ciudadanía hoy para ejercerla mañana. Esta postura es ciertamente
un aprendizaje sobre la ciudadanía, y lo que enseña es que, mientras sean niños/as,
no son ciudadanos / as. Muy por el contrario, el ejercicio de ciudadanía
infantil supone esfuerzos de los adultos para garantizarles su derecho a la participación, pues a participar
se aprende participando. Porque los niños y niñas son ciudadanos de hoy para hoy,
y no “para mañana”… aunque es cierto que todo lo que aprendan hoy es base para lo
que puedan seguir construyendo mañana.
ESPACIOS
DE INFANCIA
La organización social
moderna propone espacios específicamente diseñados para el tránsito de los
niños. Hasta nuestros días, “pos-modernos” o no, entre estos espacios se distingue
particularmente la Escuela. Institución creada y configurada solidariamente con
el nacimiento de la “infancia moderna” (Varela, J. y Alvarez Uría, F. 1991), fundacionalmente
la Escuela existe para el disciplinamiento de la infancia, un proyecto bien
diferente al de la garantía del derecho a la participación. El modelo de
ciudadanía que aprenden los niños / as en las prácticas escolares tradicionales
es el del “miembro de la sociedad de masas”, que debe “prestar atención y hacer caso” a quienes tienen
la autoridad y el poder. El tema del poder es insoslayable para pensar la
participación. En el caso de los niños y niñas tiene una complejidad extra puesto
que el adulto (el mundo adulto en general) es quien tiene ese poder y a su vez quien
debe garantizar las condiciones para el ejercicio de la participación de los
niños y su consecuente empoderamiento. Expresa Débora Kantor (op. cit.):

El formato clásico de actividad del
dispositivo escolar propone un modelo de “masa” fragmentada en individualidades
intercambiables, permanentemente medidas, evaluadas, controladas y clasificadas
en función de lo que la institución pre-define como “esperable” y establece
como “norma de excelencia” (Perrenoud, 1991). Estas individualidades no configuran
un colectivo humano. Los niños y niñas, en la mayoría de las escuelas, no son invitados
a identificar o definir sus intereses colectivos. Mucho menos a expresar sus opiniones
o participar en la toma de decisiones que, ciertamente, los afectan. Por
fortuna, cada institución escolar tiene la posibilidad de instituir otros tipos
de prácticas, en la medida en que desnaturaliza estos modelos revisando sus
condicionantes histórico – políticas; y puede replantearse objetivos más
acordes a la Convención de Derechos del Niño, gestionando propuestas que
avancen genuinamente hacia la corresponsabilidad.
La organización social de
numerosos barrios del conurbano bonaerense, propone también otros espacios
destinados a la infancia. Muchos Centros Comunitarios surgen como comedores
para paliar el hambre generada por las sucesivas crisis que atravesamos los argentinos.
Más de diez años después, varios se preguntan cómo proponer, además, un espacio
de ejercicio de derechos a los niños y niñas a los que brindan educación
inicial, alimentos y/o talleres. Podríamos pensar también múltiples recovecos y
lugares de los propios barrios como “espacios de infancia”: algunos clubes y
asociaciones barriales, las plazas o espacios verdes (a veces terrenos baldíos),
y otros lugares que los niños/as habitan y transitan, pero sobre los que
generalmente nadie les pide su opinión.
UN
PROYECTO “CON OTROS”
Entendemos dicho ejercicio
en cuatro dimensiones (Gomes da Costa, op. cit.):
- La dimensión social, cuya palabra clave es inclusión;
- La dimensión jurídica, cuya palabra clave es exigibilidad;
- La dimensión cultural, vinculada a la expresión y la dimensión política, vinculada a la participación de los niños y niñas.
Tal como lo expresábamos al
comienzo, implementar modos de garantizar a los niños / as su derecho a la participación
no es tarea simple; pues en nuestra cultura la infancia suele ser homologada a
un tiempo de “moratoria” más bien receptiva y no participativa (ver Corea y
Lewkovicz, 2004).Por otro lado, están naturalizados muchos modos de exclusión
de lo infantil. Un ejemplo sencillo y cotidiano, relatado por Tonucci (op.
cit.):“
De alguna manera, los niños
se asocian a lo que rompe la sacralidad. El niño es un elemento de disturbio,
es algo preocupante. Por ejemplo, en Italia es común que adentro de los
edificios haya carteles que dicen: `2 a 4 prohibido jugar` o `no se puede jugar
en la escalera`. Cuando yo era pequeño la escalera era un lugar especial porque
se prestaba mucho para jugar a la familia, a la escuela o al teatro, porque los
escalones podían ser pupitres o sillas de una platea. Y como era el único medio
para subir a las casas había que interrumpir el juego y dejar pasar a la gente,
pero existía una tolerancia recíproca. Hoy tenemos el ascensor, por lo cual la
escalera no se usa, pero paradójicamente está prohibido jugar allí. Esto parece
una violencia inútil”. (p. 18).
El ejemplo de Tonucci es
tanto más iluminador porque trae una escena de la vida cotidiana sobre la que
posiblemente no se nos ocurriría jamás reflexionar, ni preguntarnos su relación
con el ejercicio de ciudadanía infantil. En la sorpresa que nos genera, nos retrotrae
a miles de confrontaciones planteadas por los niños y niñas hacia nuestros supuestos
y representaciones de infancia naturalizados. Es por ello que consideramos que
algunas notas rescatadas de la reflexión sobre las experiencias presentadas
pueden servirnos para comenzar a “romper” la mirada adulta e incluir “los ojos
de los niños y las niñas”, con sus miradas que nos convocan y sacuden: ¿cómo
les garantizamos a estos ciudadanos/as su derecho a la participación? Estas
“notas para habilitar y sostener la participación infantil” pueden ser de
utilidad no solo para la reflexión sobre el tema, sino también en el compartir
intentos con otros / as adultos que se proponen honestamente promover, sostener
y garantizar el ejercicio de ciudadanía infantil en escuelas, barrios,
asociaciones barriales y todos esos espacios públicos que son también (y a
veces principalmente) espacios de infancia. Una primera nota es la
identificación de situaciones que puedan representar problemas convocantes
tanto para los niños/as como para los adultos. Un ejemplo de ello es el tema de
“la violencia” en las escuelas. Generar espacios en los que trabajar la
construcción de una definición común del problema entre los distintos actores
(niños/as y adultos, varones y mujeres) ayuda a configurar un colectivo en
función de la tarea común de buscar posibles soluciones. Creemos que saberse
parte de ese colectivo es un inmenso facilitador, sino una condición esencial,
de la participación ciudadana.
Otra nota fundamental es
que, para sostener la participación, es necesario formalizar espacios físicos y
temporales. Espacios que tengan una periodicidad y un encuadre, y en los que se
privilegien la horizontalidad, la circulación de la palabra, la identificación
de problemas comunes. Sin estos espacios, es muy difícil sostener procesos de participación,
y los acuerdos “se diluyen” por falta de un colectivo de referencia que ayude a
todos sus miembros a sostenerlos.
Finalmente, la experiencia
nos sugiere que la participación infantil requiere que algo de lo propuesto se
concrete, se materialice. La posibilidad de transformar la realidad es lo que da
sentido al proceso de participación. Y no mágicamente, sino buscando juntos los
medios y trabajando para lograrlo… no simplemente “para” los chicos, sino “con”
ellos/as.
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